“Para qué voy a decir a la seño si no puede hacer nada”. “No soy capaz de decírselo a mis padres porque tengo miedo de que eso empeore las cosas”. La primera frase la pronunció una nena de nueve años en Buenos Aires, la segunda un chico de diez en Barcelona. La adolescencia parece tener rasgos comunes en diversos puntos del planeta. Uno de ellos, la desilusión de los chicos con los adultos, no quieren hablar con ellos porque los sienten impotentes. Se cruza con un momento evolutivo complejo marcado por una angustia central en la etapa escolar como es la pertenencia al grupo de amigos que se enmarca, además, en un aumento de la violencia.
Así lo describe Mónica Toscano que, desde hace 20 años dirige una investigación que ya alcanzó a más de 33.000 chicos. La psicóloga argentina desarrolló un sistema de prevención de la violencia en el aula cuando sintió que la prevención teórica no alcanzaba y necesitaban crear un espacio para que los chicos pudieran hablar.